25.3.12

los dias raros

Como los días tranquilos en los que sientes que nada puede estropearse, como los días que te agarras a tu madre y llueve, sí, pero sólo un poco. Abres el paraguas, lo cierras. Te tirita la piel de los brazos y a tu pelo se le antoja jugar con el viento. Miras hacia cualquier lado, porque cualquier lado sirve. Cualquier ola merece ser contemplada, aunque estén algo enfadadas, aunque se enojen con la arena que les espera a la orilla... Pero este fue un día tranquilo, lo recuerdo, (me) recuerdo y sonrío, fue un día en el que la vida merecía muchísimo la pena. Porque entonces tenía cuanto necesitaba en ese momento. Las palabras, compañía y risas de una madre, y a la vez, la persona que más me ha sabido querer en mi v ida, y la que más me quiere a estas alturas de mi vida. La que me ofrece porciones de cariño hasta en los consejos y en los breves y continuados enfados desencadenados por motivos muy tontos, de los que terminamos riendonos, o de los que ni siuqiera nos acordamos cuando ella dice "vale", y yo "pues vale".
Como los días tranquilos caminando por una ciudad que acabas de conocer, y sientes que quieres quedarte, que no quieres volver porque sabes qué va a pasar. Qué vas a sentir. Te quedarías con los ojos cerrados y las manos abiertas, el corazón atento y el alma sellado a dedos desconocidos, de momento. Ese día fue así, bonito, alegre, perfecto. Pies cansados que querían seguir andando. Ojos brillando que querían seguir mirando. Manos frías que querían seguir calentando(se). Pasos firmes y sonrisa permanente. Nada mejor que eso. Nada mejor que vivir tu propia vida, obviando cosas que dejaron de importar hacía 1 día, 5 minutos o tres segundos. Y te olvidas de todo lo que te ha hecho daño, porque ni siquiera merece la pena recordarlo.
Como los días tranquilos, sentada sobre una roca, sintiendo, viviendo... Como ese día que volvería a vivir un día tras otro... donde todo lo banal queda lejos, y lo más importante, permanece cogido a tus tobillos, a tus manos y a tus brazos. Tu boca se abre para regalar sonrisas al mundo. Tus ojos llevan otro color y el día parece ser distinto. Porque es distinto. Y escapas de la vida que llevabas teniendo durante tanto tiempo... te desprendes de personas que ya no te apetece tener, te quedas con la persona que te vio nacer, y te ayuda a vivir, paso a paso. Y no , algo como eso, y como los días tranquilos, no hay nada.








-marisa-1999-

20.3.12

un último adiós

Un vino suave y un escalofrío. Una caricia a tiempo. Una manta cálida. Una fotografía que recuerde un recuerdo. Un sonido agradable y una palabra dulce que endulce la vida. Un sueño casi eterno y un olvido olvidadizo. Un desamor torpe. Una esperanza quebrada. Una herida y una cura. Una despedida sana. Un último tiempo en el asiento gris de la estación en un dia claro de invierno. Un último minuto. Un último aviso. Un último adiós. 










-marisa-1999-





18.3.12

caricias.

Hace algún tiempo alguien me dijo que su manera de cerrar su mano era tal y como los bebes hacían. Y ahora veo fotos de bebés, con esos ojos tan grandes y fijos, con esa piel suave y clara, y es que están hechos de ternura. No hay duda ninguna. Y hechos de amor, porque del amor vinieron a este mundo. Por esta razón, ellos, los bebés... cierran sus manitas dando lugar a un puño inocente, pequeño, inmóvil. Al contrario que nosotros... nosotros no dejamos que ese pulgar pase y se esconda... Y es que sigo pensando que las manos solamente deberían emplearse para transmitir el amor que llevamos y cultivamos dentro de nosotros mismos. Transmitir amor, y la dulzura que lo define. Y acariciar, y aliviar y alisar otra piel... y estar ahí, sintiendo esa piel, esos dedos suaves que no dudan tampoco en devolvernos esa caricia, que (después de un tiempo, y tras darte cuenta) se convierte en la caricia de tu vida.
Y sí, es un instante, no vuelves a sentir esa caricia. Pero vives segura de ti misma, segura y pensando que volverás a sentirla. Que ese tipo de caricia volverá a darse en cualquier centímetro de tu piel. Pero no... Esa seguridad decae, y la caricia no vuelve.
Sólo queda mi mano, y mis dedos... y mis centímetros de piel.












-MARISA-1999-