Por tu tiempo, por tus palabras, por escucharme, por comprenderme e interesarte por lo que he vivido hasta hoy, y porque sabes también hacia donde encamino mi vida. Porque sabes cuáles han sido mis sueños, y cuales se han quedado sin cumplir. Porque conoces la mayoría de mis pensamientos y porque me haces reír. Porque te interesan también mis tonterías, y todas las cosas que te cuento cuando incluso tú estás cansada! Por ofrecerme tus puntos de vista, por regalarme tu comprensión, por lanzarme las palabras más necesarias, por calmarme cuando mis ojos lloran, y por aliviarme el dolor cuando notas que estoy sufriendo. Por alargar mis carcajadas . Por ser mi compañera de alma en los últimos 3 años... por ser tú y por haber empleado todo tu tiempo en conocerme, en saber quien soy, y en quererme. Eso es muchísimo. Por eso te doy las gracias, Y que cumplas muchos, muchísimos mas.
Soy de ésas a las que les gusta salir de noche a tomar el aire y reflexionar. Muchas veces me gustaría tener un registro mental que funcionara como un cuaderno, para no olvidar nunca todas esas cosas que de verdad me resultan relevantes.
Una de ellas es la posibilidad de que al "punto y final" no le sigan otros dos puntos. Con esto quiero decir: ¿los finales son realmente finales? ¿Puede algo haber terminado mientras seguimos con la esperanza de mantenerlo?
Quizás sí. Pero quizás es una palabra demasiado relativa.
Yo diría, no obstante, que los finales no existen. Quiero creer que siempre hay un todavía, una excepción a las reglas morales. Claro que también es cierto que pasar cinco minutos conmigo es descubrir que soy una persona anti-moral, anti-gente sana, anti-gente ordinaria. Por eso prefiero pensar que todas las personas son unas bastardas, unas extraordinarias bastardas con el control suficiente como para poner otros dos puntos a cualquier punto y final.
El ruido de las olas del mar a media tarde. El ruido del teléfono y el ruido de esa voz que tanto querías escuchar. El ruido de ese "buenos días" que tanto te agrada. El ruido del beso que te deja adormilada. El ruido del despertador cuando comienza un nuevo día. El ruido de esa canción que no dejas de escuchar porque te recuerda un momento, o te define ese deseo que tú quisiste vivir. El ruido de esa lagrima que está cayendo y ni siquiera tú sabes por qué. El ruido de esa carcajada que te provocan los demás. El ruido de esa fotografía que rompiste porque querías romper con un recuerdo. El ruido de esa nueva lagrima que nace, esta vez, porque te diste cuenta que al romper una fotografía, rompes solo eso, un trozo de cartón de 10x15 centimetros y que con ello no consigues borrar un recuerdo. El ruido de otra lagrima, y el silencio...Porque ya te has quedado dormida. Ya estás soñando. Ahora los ruidos los escucha tu inconsciente, y tu sigues dormida. Y no quieres despertar. Pero sabes que amanecerá, y que los ruidos seguirán dandose. Y seguirás acudiendo al mar, a escuchar esas olas verdealuzadas llegar a la arena húmeda...
Y seguirás escuchando las palabras de un niño que te pida disculpas por haberte golpeado con su balón favorito, y seguirás escuchando la radio cuando te sientas sola, y seguirás escuchando todas esas cosas que otro día ya escuchaste...pero que por ser otro dia, ya es diferente. Ya es distinto.Pero los ruidos se repiten...y a veces sigues sintiéndote sola, y nostalgica. Y de nuevo esa soledad te ahoga y los ruidos aun mas... Otras veces, en otras ocasiones, tus oidos agradecen el sonido que emiten esos ruidos, y que tanto te tranquilizan... Quédate en esa roca plana, escuchando esa ola que está a punto de morir, quédate con esa voz tierna de ese niño que apenas te llega a la rodilla. Quédate con todos estos ruidos...quédate contigo misma, y no te abandones...
Escucho atentamente sus palabras creadas entre sonrisas y muecas que evidencian claramente felicidad. Una felicidad pura, envidiable, sana, tan sana, que parece hasta eterna. Escucho atentamente sus momentos, escucho parte de su vida, y en mí aparecen también sonrisas, de emoción, de ternura. Sonrisas que me hablan, sonrisas que me dicen “qué bonito es lo que estoy viviendo, y qué bonito es lo que me hace vivir”. Ella sabe que tiene mucha suerte. Ella sabe que le ha ocurrido lo más precioso que puede ocurrir en la vida: que te regalen amor, que vuelquen en tu vida toda la pasión, toda la dulzura, toda la ternura... Y todo comienza en una galería, comienza una mañana en una galería donde ella comienza a admirar fotografías cuyo dueño, poco a poco, pasa de ser un desconocido a una persona muy, muy agradable. No sabría decir qué es lo más entrañable de todo esto, pero sin duda, yo me quedo con la gran bolsa de chicles de bolas de colores. Él le regala palabras todas las mañanas y todas las noches. Y también por las tardes, jamás, jamás se olvida de ella; y ella lo sabe. Y a ella le encanta vivir, y vive sonriendo porque siempre sabe qué está pensando en cada momento, y es que a cada momento está pensando en ella, en el azul de sus ojos, en su pelo claro, en sus brazos infinitos... A ella le hace feliz su voz. Su voz, la que le deja en ocasiones preciosos mensajes de voz en el contestador. Ella sigue viviendo y sigue contándome que él es diferente. Pero esta vez la palabra diferente es buena señal. Y él lo daría todo por un beso más, lo daría todo. Él volvería a perder un billete de tren, lo volvería a sustituir por un billete de autobús, volvería a desatender sus obligaciones para disfrutar de más tiempo, de más minutos y más horas a su lado. Volvería a hacerlo todo otra vez, a comprar bolas de colores, a colocarle los mechones de pelo, a acariciarle. Y ella lo sabe, y sólo por eso, sabe también que puede sonreír al introducirse en la cama y arroparse con las sábanas que un día tocaron los dos cuerpos, sus cuerpos. Sus propios cuerpos. Sus emociones. Sus piernas. Sus cuellos. Sus vidas.